
Con las dos invocaciones típicas, absolutamente estúpidas, de: “niño no llores” o “no tengas miedo”, entramos en lo que se llama ”educación infantil” con manifestaciones como esas que solamente indican nuestra absoluta in capacidad para acompañar a nuestros hijos en el mundo en el que han nacido y, presumiblemente, deberán vivir. Veamos.
El miedo es un instinto totalmente natural de las especies vivas en este planeta precisamente para ponerse en estado de alerta cuando olfatean un peligro, es decir sentir miedo es un mecanismo de protección esencialmente necesario para sobrevivir. ¿Por qué tratamos de neutralizarlo en nuestros hijos? ¿Para que sobrevivan obedeciendo jerarquías y creencias, en lugar de ir desarrollando aptitudes propias para hacer frente a los retos? ¿Nos damos cuenta de eso?
Lo he vivido en carne propia. No podía soportar que mi madre me lanzara esa consigna tan generalizada de “No te preocupes, todo va a estar bien”, porque no añadía nada más de utilidad, es decir, algún tipo de planteo para solucionar o huir del problema (como hacen las especies animales) porque absolutamente nadie puede prometer que “todo vaya a estar bien” ya que el futuro es imprevisible. ¿Y si en lugar de esa estupidez que atiborra las películas americanas, simplemente nos quedáramos al lado del niño, le miráramos a los ojos y le dijéramos algo así como, “Estoy contigo “, y mejor aún le ofreciéramos un abrazo?
Respecto del dolor, el disparate aún es mucho mayor. ¿Qué pretendemos al decirle a nuestro hijo “no llores” si, a decir verdad, no podemos entender en profundidad lo que se le rompió por dentro? Lo único que podríamos hacer, si fuéramos sinceros con nosotros mismos, es quedarnos con él en silencio para que sienta que estamos con él y que lo acompañamos, y esperar que él mismo nos diga lo que le duele.
En las especies animales el dolor también es un mecanismo de defensa muy útil, porque actúa de recordatorio: “Si vuelves a poner la mano en el fuego, volverás a quemarte”.
Yo he sentido en primerísima persona el dolor del alma más agudo y profundo que se me ocurre imaginar, y que no le desearía al peor de mis enemigos (y que obviamente no se trata de temas pareja ni tales nimiedades, ni tampoco un dolor físico). Y cuando alguien se atrevió a decirme: “Ya se te pasará, el tiempo lo cura todo”. Le grité en plena cara. “¡No señor, no voy a permitir que disminuya lo más mínimo! Lo necesito vivo dentro de mí mientras yo viva, precisamente para recordar qué lo causó, y no olvidarlo jamás.”
Juan Trigo
Noviembre 2023