Así como no tiene ningún sentido decirle a un niño o a un adulto “No llores”, simplemente porque solo lo dices para que no te incomode, no para ayudarle, decirle a alguien “No tengas miedo”, sin añadir nada más, es totalmente estúpido si lo que pretendes es ayudarle y no sacarte el problema se encima.

Quiero decir que, si alguien se rompe y echa a llorar, lo mejor que podemos hacer es no decir nada y abrirnos para ofrecerle refugio en un sincero abrazo, porque en realidad no tenemos idea de lo que se le ha roto por dentro, y lo único que podemos ofrecerle es que sienta que estamos con él o ella para lo que sea. De la misma manera si alguien te dice que tiene miedo, ese abrirnos significa que sienta (no hacen falta palabras) que te dispones a escucharlo con atención para tratar de encontrar la mejor salida, que normalmente consiste en convertir los miedos en útiles aliados. Decirle: “No tengas miedo”, sin proponer un plan de acción es igualmente estúpido.

La diferencia es simple. El miedo al miedo te bloquea y quedas a merced del depredador, pero puedes utilizar ese miedo como un mecanismo de vigilancia para extremar la atención y prepararte para el ataque utilizando, por ejemplo, la misma fuerza del depredador para neutralizarlo.

Tradicionalmente las culturas han tratado de alienar a los ciudadanos para convertirlos en pacificas ovejitas de las cuales sacar partido. Por tanto, uno está acostumbrado a aceptar (para ser aceptado) que los miedos inculcados son un enemigo externo del que hay que protegerse y pocas veces podemos actuar (aunque deberíamos, cuando se trata precisamente de estructuras de poder social). Sin embargo, las especies animales, los mamíferos, por ejemplo (de los cuales nos distingue solo un 3% del genoma) crean en su interior mecanismos de defensa que identifican en forma de miedos; por ejemplo al olfatear un depredador, olor a quemado, olor a inundación, etc., precisamente para protegerse de esas circunstancias externas adversas. Con lo cual esos miedos ante el olfateo de un enemigo no son más que utilísimos aliados. Pero, claro, a los animales ningún mecanismo sociológico ha tratado de alienarlos, como a la especie humana. Excepción hecha de los sistemas de cría intensivos, que naturalmente para los animales allí recluidos los mecanismos de defensa representan un sueño atávico, porque han sido convenientemente anulados por les diferentes tecnologías de la cría intensiva; y en eso nos parecemos.

Quiero decir que nosotros también generamos nuestros mecanismos de defensa naturales ante la intuición de un peligro ¿Qué utilidad tiene, entonces, decirle a una persona que no tenga miedo, si no nos ofrecemos a apoyarles y plantear una reacción?

Lo que ocurre, a diferencia de los animales, es que se nos ha educado a tener miedo al futuro lejano aunque por pura lógica sabemos que no podemos prever y que por lo tanto se trata de miedos tan imaginarios que  no existen.

Por extrema a irresponsable pereza hemos condicionado a nuestros hijos coartándoles sus innatos mecanismos de defensa al ordenarles que no tengan miedo, en virtud de insensateces  como que sean valientes, que pierdan el miedo, o (peor aún) que se teman a sus miedos (en lugar de hacerlos sus aliados), transformen sus vidas… ¿transformen en qué? ¡Vaya sarta de estupideces!

Convertir los miedos en aliados es algo que los animales hacen automáticamente, porque no están condicionados a … “Ser valientes” … sino que simplemente tratan de vivir en armonía con el entorno y con sus semejantes, cosa que el ser humano ha rechazado siempre por su obsesión de dominar, en lugar de compartir.

Juan Trigo

Octubre 2023