Habían convencido a la gente que encontrarían una enorme fortuna en la meta de la Carrera del Cielo, y ya desde su juventud los corredores se preparaban para ese evento, el más importante de sus vidas.

Se trataba de un larguísimo, difícil y accidentado circuito que iba coronando la cresta de las montañas más elevadas del país. Desde parvulario, los libros de texto oficiales ilustraban a todo color la famosa gesta. Incluso desde antiguo se habían acuñado diversos personajes míticos que supuestamente hubieron coronado con éxito la hazaña y sus anécdotas festoneaban la cultura popular dando lugar a la creación de famosos cuentos y leyendas. Y de entre los mejores también se crearon nuevos dioses a los que adorar y erigir un altar.

Pasaron los años y muchos intentaban la aventura, pero la mayoría regresaban sin haber alcanzado la ansiada fortuna, otros simplemente no regresaban o desaparecíam.

Hasta que un día alguien excepcional, después de vencidos los obstáculos e inclemencia de la tortuosa ruta consiguió llegar a la meta. Al principio no supo que era la meta, porque nadie ni ningún cofre del tesoro le estaban esperando. Tardó bastante en convencerse por los mapas populares y las señales de códices muy autorizados que detallaban esa antiquísima historia, que efectivamente, el arco de madera que veía ante sus ojos marcando el camino era sin duda la “Meta de la Cerrera del Cielo”. Pero lo que más le sorprendió fue no ver a nadie, ni un habitante el lugar, ya que, por otra parte, la fortuna puede presentarse según diversas formas y envasado.

Después de un merecidísimo descanso el héroe en cuestión echó a andar por el camino del arco de madera que ya no dudo que se trataba de “la Meta” y al cabo de unos minutos se encontró con un sencillo poblado de pastores de alta montaña, a los que enseguida preguntó:

“¿Es esta la Meta de la Carrera del Cielo”?

“En efecto”, le contesto el de más edad.

“¿No hay nadie para recibir al ganador?”

“Pues… tengo entendido que antiguamente sí que había alguien. Pero hace mucho que ya no hay nadie en ese portal”.

“¿Y eso?”

“No sabemos. Probablemente se cansaron de esperar a que alguien consiguiera llegar y se marcharon”

“¿Y la fortuna?”

“¿Qué fortuna?”

Juan Trigo

Agosto 2023