No todos los niños son piezas irracionales al servicio de los engranages del Poder; los hay inteligentes o muy inteligentes. En el primer caso, cuando soltamos esa frase de película Disney, contribuimos eficazmente a su des-individuación y cumplimos con nuestro papel de sicarios del Sistema Educativo.

Pero si adivinamos, por ese brillo característico en las pupilas, que nuestros hijos o los niños con los que nos encontramos en algún momento, son humanos pensantes, en mi opinión, les estaremos estimulando si decimos, por ejemplo: “… Sí, esto ha sido un desastre. Pero nos vamos a poner a trabajar para resolverlo o convertirlo en material utilizable”. Y entonces les estaremos acompañando en su desarrollo como adultos y confiarán en nuestra honestidad, porque en esa inteligencia natural no caben los milagros sino el esfuerzo, la voluntad y la estrategia para superar los reveses de la vida.  

Ya sé que eso requiere mucha dedicación, pero por otro lado tiene la ventaja de sacudirse las típicas pérdidas de tiempo que dedicamos a “nuestras actividades secundarias, muy secundarias”, ya saben; ver el partido, salir a distraernos con los amigos, el cotilleo, pasar el día en un centro comercial, y demás mecanismo de defensa para olvidarnos de nosotros mismos.  

Cuando a un niño se le propone “vamos a intentarlo”, siente que él es importante, y aunque también sienta que probablemente no entienda el alcance de lo que se le propone y que sus habilidades no darán para tanto, sí que se sentirá acompañado y esos retos que les proponemos realizar conjuntamente serán su mejor estímulo.

De ahí a considerar que la inmensa mayoría de los niños son potenciales compañeros de viaje y no seres manipulables a los que educar, solo es un paso a la erradicación de las ansiedades que provocan las innumerables adicciones que destruyen nuestra sociedad.

Juan Trigo