Típico del planeta humano: guerras, luchas, destrucciones, masacres, la paz solo es el período entre guerras, una pausa para recuperarse de la agresión permanente, en lugar de ser el estado natural del ser humano.

En mi vida sometido a terapia, la mayoría de las veces por voluntad propia, también pase por esas técnicas, incluso de regresión hipnótica a la infancia, en las que se me ordenaba destruir al niño. No lo conseguí; sigo vivo… afortunadamente. A lo mejor para dar testimonio de las atrocidades creadas por la mente humana.

El origen del mal es la ausencia de conocimiento. Pues, ¿qué es el ego en realidad? Es el conjunto de condicionamientos traumáticos que fue absorbiendo durante la infancia el neonato que solo quería ser aceptado, bienvenido a la familia, abrazado con ternura.

Y como la grabación inicial de esos condicionamientos tuvo lugar antes de los 6 años, durante cuyo período el neocórtex cerebral siguió creciendo y por tanto las conexiones sinápticas se establecieron por primera vez, tal grabación, que se llama en psicología Primeras Experiencias resulta extraordinariamente fuerte; luego sobre ella se van regrabando y actualizando, como una aplicación de ordenador. El resultado no es otro que el de un niño o niña que recién entrado en este mundo humano, solo quería, como reciben los cachorros de mamífero, se aceptado, atendido, acariciado y acompañado a la jungla en su natural aprendizaje, recibió… bueno, ya saben ustedes el resto.

Con lo cual transmutar, superar, luchar contra el ego no es más que agredir una vez más a ese niño que sigue en nuestro interior suspirando para que lo abracemos, lo aceptemos, entendamos… y el planeta humano, la cultura, nos pide todo lo contrario.

Si no entendemos un problema no lo podemos resolver. Pasa lo mismo con el Ego, si no entendemos bien su origen no lo podremos aceptar, ya que eso es precisamente resolverlo.

Juan Trigo

Noviembre 2022